lunes, 29 de noviembre de 2010

MISERIA Y PATERNALISMO EN LAS MINAS DE HIENDELAENCINA


Luchas reivindicativas y dificultades para la organización sindical de los trabajadores de Hiendelaencina (Guadalajara) 1844-1915.

                                                                                                   Enrique Alejandre Torija


       Al constituirse el 8 de agosto de 1844 la Sociedad Santa Cecilia se iniciaba el aprovechamiento de los yacimientos de plata de Hiendelaencina,  tras el hallazgo de síntomas  de los filones ocultos en su subsuelo por Esteban Gorriz, en años anteriores. El éxito inicial atrajo un gran número de individuos a esta localidad,  siendo así que el censo de población de 1857 arrojaba la cifra de 4.068 habitantes, no  existiendo entonces una concentración de trabajadores de tal magnitud en ningún otro punto de la provincia de Guadalajara, En 1865 trabajaban allí 613 mineros. 

      Largas jornadas laborales, métodos de explotación primitivos  en condiciones tan penosas que exigían de un sobreesfuerzo agotador, numerosos accidentes de trabajo con elevada mortalidad, así como muertes “alevosas” por disputas y peleas, sobre todo en días de cobro,  completaban un oscuro panorama para los obreros de estas minas. Los primeros trabajos de prospección del Filón Rico se pagaron con salarios de cinco reales. En 1870, el trabajo a destajo se retribuía a 2 pesetas en la mina (la jornada), mientras las mujeres y niños, trabajando en superficie de les pagaba a 0,83 y 0,93 respectivamente. Este sueldo era tan escaso que en 1889“solo les daba para una mala alimentación (...) que en gran parte solo consumen patatas cocidas y de pan de trigo y centeno”[1]

     La crisis de subsistencias de los años 1856-57 hizo que apareciera en algún periódico de Madrid la noticia de un levantamiento de los trabajadores de Hiendelaencina, “por cuestión de subsistencias, que escasean por doquiera por motivo de los temporales...”[2] En febrero de 1892  los mineros de la mina de Nueva Santa Cecilia se declararon en huelga, lo que llevaron a cabo en perfecto orden  demandando aumento de jornal. Llegado mayo y con él, el Día Internacional de los Trabajadores instituido por la II Internacional tres años antes, la guardia civil se concentró en las minas de Hiendelaencina, por el temor de la burguesía española  a  alteraciones del orden en esa fecha, en los primeros años de su celebración. El trabajo siguió desempeñándose con normalidad..

    Los obreros  de  las minas de Hiendelaencina crearon sociedades recreativas y de socorros mutuos, pero sin que sepamos el motivo, la denominada Sociedad de Trabajadores de Hiendelaencina ni tan siquiera contestó a la propuesta  del Consejo Federal de la FRE[3], cuando en enero de 1871, desde las páginas de La Solidaridad se les propuso adherirse a la I Internacional.[4] Las organizaciones obreras de clase encontrarían dificultades para organizarse en Hiendelaencina. Allí existió el modelo de colonia en boga para obreros con sus familias, como lo fue el pueblo de la Constante, construido por la empresa inglesa del mismo nombre. Sus calles rectas y limpias, su higiene, su escuela para niños, su hospital, su tienda, su iglesia (construida por los mismos trabajadores)...., contrastaban con el áspero ambiente de Hiéndelaencina . Allí no había riñas, ni desórdenes..., allí imperaba el paternalismo empresarial que trataba de imponer sus valores de obediencia y jerarquía.
 
    Iniciado el nuevo siglo el tiempo efectivo de trabajo era de diez horas y media, empleándose una hora en la comida y media en el almuerzo al no haber tiempo de subir a la superficie. Los barreneros y estibadores, trabajando en el fondo de las profundas galerías llegaban a  cobrara salarios de hasta 3,50 pts. En superficie los adultos cobraban dos pesetas y los niños entre 0,40 y 0,50 pts.

    Las condiciones de trabajo seguían siendo tan duras  que “... trabajaban a la mortecina luz de los candiles de aceite, que ellos mismos habían de aportar, con el calor de las galerías profundas de algunas minas, a 500 ó 600 m. que obligaban a actuar casi desnudos, basta el detalle sobrecogedor de que en algunos sitios se llegaba a 47 grados y se intentaba reducir, con obras especiales, a 25 y como máximo 38 grados; a lo cual debe añadirse la ventilación escasa(aunque mejoró con la nueva maquinaria) y el polvo producido por las perforadoras mecánicas. En cambio el acceso se realizaba ya en montacargas,(...); las escalas sólo se empleaban en los pocillos interiores de comunicación entre pisos.”[5] .

     Comenzada  la I Guerra Mundial, se produce la retirada del capital extranjero en las empresas titulares de las minas, que descontaban a los trabajadores el 25 por ciento de jornales y haberes, percibiendo estos con tal retraso e irregularidad, que  se vieron en la necesidad de admitir unos vales en retribución  de su trabajo, que de momento aceptaron los comerciantes de la localidad, en pago de los artículos que suministraban.

    Esta situación, que duró tres meses, llegó a su límite cuando el comercio se negó a aceptar mas vales, por lo que los trabajadores se vieron privados de conseguir sus alimentos y otros productos.

     Tal estado de cosas determinó que los mineros de las sociedades La Plata y Nueva Argentífera pararan durante dos días por exigir de las sociedades mineras el pago de trabajo en efectivo y por quincenas, y la supresión del descuento del veinticinco por ciento. La Guardia Civil se concentró en Hiendelaencina, vigilando las instalaciones mineras.62

      Por toda respuesta  las sociedades propietarias  suspendieron el trabajo en las minas, dejando solo en ellas a los celadores y al personal de desagüe.  Los vales y  los jornales se liquidaron, a los empleados de plantilla se les abonó un mes de sueldo; a los de diario una quincena, y a los transeúntes, barrenderos, etc., ocho días., por la suspensión de los trabajos sin previo aviso. La nueva situación de paro forzoso en que quedaron mas de 1000 mineros, agravada por la inexistencia en la comarca de otras alternativas de trabajo, les hizo acudir a  dos minas españolas que permanecían abiertas; La Plata y Nueva Argentífera, donde apenas podían ocuparse 300 obreros. Al grito de “todos o ninguno”, los  despedidos amenazaron con incendiar las minas si no se les proporcionaba trabajo, por lo que tuvo que intervenir la Guardia Civil, concentrada por teléfono desde Madrid.[6] Este fue prácticamente el fin de la explotación minera de Hiendelaencina. Cientos de trabajadores hubieron de abandonar el pueblo en busca de un futuro mejor.


      La prensa provincial publica en 1910 la reseña de la celebración de un mitin republicano-socialista en Hiendelaencina, en el que han intervenido un abogado llamado Quesada y otro orador socialista.[7]

     Desde 1911, en El Socialista aparecen un conjunto de notas firmadas por el socialista Indalecio Bravo, secretario de la conjunción republicano-socialista que se había creado en  Hiendelaencina, felicitando la labor parlamentaria de Pablo Iglesias.[8] Para el mismo en otros ejemplares de la misma publicación  aparece un envío cuantioso de literatura socialista,[9]  que sigue informando sobre accidentes en las minas, las condiciones de vida y trabajo  y del cierre de la mayor parte de la explotación minera en 1915 Es muy interesante  la extensa nota sobre las vicisitudes de la recogida de 647 firmas contra la guerra de Marruecos en enero de 1914 en este pueblo, donde nos describe a personajes y sus reacciones cuando les pide estampen su rubrica: “Me he tomado la molestia de ir casa por casa y puedo decirle que al llegar a algunas casas y decirles el objeto de mi visita varias mujeres lloraban, aunque estas no tenían hijos ni parientes en África (mil firmas decían echarían). Puede estar usted orgulloso de esta iniciativa tan laudable. Le aseguro que todos los vecinos están representados”[10]

    No obstante la existencia de esta agrupación política, lo cierto es que ningún  sindicato prosperó en las minas de la comarca. Así parece confirmarlo en 1912, Ramón Fernández, secretario de la Federación local de Guadalajara de UGT reconocía en 1912 que en Hiendelaencina solo tenían contactos con algunos obreros.[11]En 1917, cuando la UGT y la  CNT realizaban huelgas y manifestaciones reivindicando mejoras saláriales ante la carestía de los artículos de primera necesidad causada por la I Guerra Mundial , un antiguo director de la explotación minera de Hiendelaencina exponía con estas reveladoras palabras su “método” para impedir la implantación de los sindicatos de clase:

      “He dirigido durante mas de quince años miles de obreros en el distrito de Hiendelaencina sin una huelga. He sido durante todo ese tiempo Presidente de su Sociedad, exclusivamente obrera, de socorros mutuos; he podido observar la especial psicología de las colectividades obreras, y no tuve ni una huelga, porque desde el primer momento comprendí que el secreto consistía en evitar por todos los medios la hipócrita sugestión de la violencia de los políticos y agitadores de todas clases, Se trataba de un distrito pequeño, aislado de los centros de población, y la única condición que impuse a los obreros  para ser su Presidente y ayudarles y mejorarles en todo lo posible, fue que en absoluto, ni directa ni indirectamente, nadie, de ninguna clase ni matiz político ajeno a nuestra organización, interviniera en nuestros asuntos.”[12]



[1] Ministerio de Fomento. Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio. Comisión Ejecutiva de Estadística Minera. Datos estadísticos correspondientes a los años 1888-90 y 1889-90 y a los años naturales de 1889 y 1890. Madrid. 1893, pág.: 396
[2] La España, 30-1-1856
[3] Federación Regional Española (FRE) era la denominación de la sección española de la I Internacional
[4] La Solidaridad, 14-1-1871, citado por Rafael Flaquer Montequí en “La clase obrera madrileña y la Primera Internacional”. Ediciones Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1977.
[5] López Gómez, Antonio, “El distrito minero de Hiendelaencina (Guadalajara)”, en Cuadernos de Geografía, n º 6, . pág.: 235.
62 Flores y Abejas, 20-6-1915
[6] Revista minera, núm. 2838, 1-7-1922, pág.: 374
[7] La Palanca, 4-10-1910
[8] El Socialista, 6-1-1911, 13-1-1911, 19-3-1914 y 16-6-1914
[9]                         , 2-6-1911
[10]                         , 29-1-1914
[11] La Crónica, 1-8-1912.
[12] Madrid Científico, 15-9-1917

martes, 23 de noviembre de 2010

Cierre de la Real Fábrica de Paños: GUADALAJARA, 1822. PROTESTAS CONTRA EL CIERRE DE UNA FÁBRICA


GUADALAJARA, 1822. PROTESTAS CONTRA EL CIERRE DE UNA FÁBRICA

                                                                                                  Enrique Alejandre Torija



     Las calles de Guadalajara han sido escenario los últimos lustros de numerosas marchas de trabajadores, convocados por  sindicatos o comités de empresa, con el propósito de impedir el cierre de sus factorías: Colgate-Palmolive, Carrier, Magneti-Marelli, Avicu y ahora Progalsa  fueron las más significativas por el número de trabajadores a que afectaba su clausura, pero no las únicas. Y así, un enclave industrial emergente como lo era el corredor del Henares en los años 70, ha visto muy mermado su potencial, con su lógica repercusión en la demografía, el empleo, el comercio, el nivel de vida..., (atemperado por la intensa actividad constructiva en los últimos años) de una ciudad como Guadalajara la que al igual que sus localidades aledañas, durante cuarenta años han gozado de los beneficios de la industria.

    No es este un problema nuevo en el largo devenir de la historia de Guadalajara. Los años de la II República fueron testigos del ocaso de “La Hispano”, la empresa que en la década anterior  parecía augurar un futuro prospero para los trabajadores locales. En 1719  diversos factores se concatenaron (agua abundante, cercanía a Madrid, fidelidad a la causa borbónica en la guerra de Sucesión...) para que el rey Felipe V decidiera que fuera aquí el lugar elegido para instalar una Real Fábrica de Paños. Y durante un siglo la prosperidad cundió en Guadalajara, donde al decir de los viajeros que la visitaban: “...gracias a una fabrica de paños los habitantes de Guadalajara tienen buenos trajes, buenos zapatos, buen aspecto y un aire de satisfacción”.[1]  En el mismo sentido se pronunciaba el Ayuntamiento de Guadalajara en 1757: “ La población se había levantado y aumentado considerablemente ... la agricultura , plantíos y ganado habían tenido un progreso  muy grande, los artistas de todos los oficios , los pobres, ociosos y vagabundos se habían extinguido y las rentas de S. M. era increíble el aumento que habían tenido ; los niños, los jóvenes, los ancianos, los impedidos de la ciudad y su tierra vivan de sus labores ...”[2] habiendo sido los artífices principales de este  adelanto los  fabricantes de  paños. La fábrica llegó a albergar entre sus muros a  1500 empleados en 1784 y a 4800 en 1791.[3]. La  red de hilanderas, distribuidas por las provincias de Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid, Soria y Toledo, cuyo cometido era la elaboración continúa de hilo para que este nunca faltara en la fábrica, alcanzó a 18. 394 mujeres y niñas, distribuidos en 168 “escuelas de hilar[4], lo que dicho sin rodeos era un caso claro de explotación infantil.

   Esta empresa alcanzó su punto álgido a mediados del siglo XVIII para empezar a decaer en la última década del mismo. La Guerra de la Independencia fue el golpe de gracia para una iniciativa que nunca fue rentable y que su mantenimiento había dependido del erario público. Tras el desastre que supuso la contienda, ahondando  la anterior bancarrota del Estado, su cierre fue cosa de pocos años.

    Reanudada la producción de la fábrica de Guadalajara al finalizar la guerra-que no se interrumpió totalmente durante la misma- los males tradicionales de la factoría reaparecieron. Un informe del Ayuntamiento de Guadalajara enviado al rey Fernando VII en mayo de 1820 exponía  los abusos, el despilfarro y la mala gestión de los sucesivos directores. Con el propósito de mantener una apariencia de prosperidad se habían admitido mas empleados de los necesarios en la empresa, siendo el resultado el retraso en los pagos por quince días,  con el consiguiente prejuicio para las familias. La situación acumulaba todos los componentes para producir una revuelta, lo que no llego a ocurrir, aunque al fin se dejo conocer su descontento y faltaron al respeto al director , que no  supo  comportarse con ellos en unas circunstancias en que se les hacia experimentar el rigor de justicia y la angustia”.[5]

     Ante el empeoramiento de la situación la tensión aumentaba entre los trabajadores:                    

“Los operarios de estas fábricas nacionales esperan con ansia que el gobierno disponga de ellas, arrendándolas o vendiéndolas, para ver si se les proporciona el trabajo que tanto desean; muchos de estos infelices yacen sepultados en la miseria, y como algunos se encuentran en edad avanzada, no pueden proporcionarse otros medios de subsistencia; a pesar de esto no se desmandan, y prefieren pedir limosna a entregarse a bajezas. Es verdad que de noche se han notado ciertos robos de poca consideración, pero se cree sean de rateros forasteros” (Miscelánea de comercio, artes y literatura. 7/12/1820)

   Uno de los jalones de la revolución liberal en el Estado Español fue el levantamiento del coronel Riego, quien en 1820 capitaneó un levantamiento en Cabezas de San Juan (Sevilla), empleando las tropas destinadas a reprimir las sublevación de las colonias españolas de América. Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de Cádiz y, como en 1810,  en España se implantó un sistema liberal. Los obreros de la fábrica de Guadalajara participaban del descontento social al que había dado lugar la delicada situación económica (una de las causas del alzamiento) y que proseguía en el nuevo marco político:

“Parece que se han recibido hoy noticias de Guadalajara, de las cuales resulta que ayer se reunieron unos cuantos grupos de obreros de aquellas fábricas nacionales, que habiendo concebido temores sobre su enajenación, y temiendo verse privados por esta circunstancia del trabajo con que creían poder subvenir a las necesidades de sus familias, prorrumpieron en gritos que hubieron de alarmar a los amigos de las instituciones  que felizmente nos gobiernan. Entre las aclamaciones se oyeron algunas al duque del Infantado, que hallándose según se dice, en la ciudad, se presentó inmediatamente a los amotinados, y les exhortó a no comprometer el nombre sagrado del rey, unido de hoy mas a la suerte del sistema constitucional, ni el del mismo duque que igualmente la había jurado, y estaba resuelto a sostenerlo. Asegurase  que esta arenga produjo un efecto completo, y que de resultas se dispersaron los grupos, y cesó enteramente la conmoción.” (Miscelánea de comercio, artes y literatura 12/ 4 / 1821)

    En el año 1822 la fábrica cerraría sus puertas y con ello se inauguraba una dura época para la clase trabajadora de Guadalajara y un decaimiento de la ciudad, mitigado con la instalación de la Academia de Ingenieros en 1833 y la fábrica de automóviles, camiones y aeroplanos “La Hispano” en 1919. Habría de transcurrir más de un siglo y medio para que de nuevo la industria resurgiera con fuerza en Guadalajara. Mientras, el contenido de esta carta de los trabajadores de la extinta real Fábrica de Paños dirigida al Ayuntamiento de la ciudad, exponiendo su precaria situación y la de sus familias a causa del paro sobrevenido a su cierre, fechada el 26 de julio de 1825, es una buena muestra de la triste condición a que quedó sometida la clase trabajadora de Guadalajara [6]

           Ilmo. Sr.

            Los abajo firmantes en nombre de todos los oficiales trabajadores de las Reales Fábricas de esta ciudad a V. S. I. con la mas profunda veneración y respeto exponen que la mendicidad en que se hayan reducidos, y por ella a la mas extrema miseria los alienta a recurrir a V. S. I como padre y protector de sus moradores, para manifestarle que sin que nosotros podamos atinar las causas que originan nuestra desgracia , vemos con dolor y sentimiento la ruina de nuestras mujeres e hijos por la falta de ocupación con que hace tres años nos hayamos, pues aunque renació en nosotros la esperanza de nuestro remedio cuando oímos que a una compañía francesa les había cedido su majestad sus R. Fábricas para que dándoles fuerza y vigor ocupasen todas las manos fabriles que se hallaban paralizadas por la fatalidad de los acontecimientos del Reino, vemos con admiración que a pesar del tiempo que ha transcurrido desde que se encargaron de ellas nada hemos adelantado y que nuestra desgracia va consumándose    hasta que llegue el momento de nuestro exterminio, pues aunque es verdad que se hacen algunos tejidos de paño y sargas, es en corta cantidad que examinando lo ganado con los meses que han transcurrido desde septiembre del año pasado en que se vieron empezar los trabajos, sacamos por cuenta bien formada que el jornal que hemos devengado entre hombres, niños y mujeres no pasa de 28 m cada día...”.  


[1] García Mercadal, J. : “Viajes de extranjeros por España y Portugal”. Tomo V, José M.ª. Jerónimo Fleuriot. Marqués de Langle (1717-1804) Junta de Castilla y León. Conserjería de Educación y Cultura. 1999. Salamanca. Pág.: 804.   
[2] Larruga. E., “Memorias políticas y económicas... “ Madrid, Imprenta de Benito Cano, 1787-1800. Tomo XVI. Pág.: 55
[3]                          ,                  “ .Tomo XIV. Pág.: 382
[4] López Barahona, Victoria: “Pobreza, trabajo y control social: las hilanderas de las Reales Fábricas de Guadalajara (1780-1800)” maytediez-blogia.com
[5] Guadalajara. Acta del Ayuntamiento de 12 de abril de 1820; “Representación sobre fabricas”, doc. cit.,Libros de Actas, 1820.
[6] AMGU. Dc. 403714

lunes, 22 de noviembre de 2010

Reportaje de El País sobre el libro "La represión franquista en Guadalajara"

Reportaje de El País sobre el libro realizado por el Foro por la Memoria en Guadalajara: "La represión franquista en Guadalajara"

"A mi padre lo fusilaron el 20 de junio de 1939 y después le pusieron una multa de 14.000 pesetas [84 euros] por responsabilidades políticas. Como no las teníamos, nos embargaron. Vinieron a casa y se lo llevaron todo. Con la colcha de novia de mi madre hicieron un palio para el cura; rasgaron los colchones por si teníamos dinero. Nos dejaron en la calle. Yo tenía nueve años, pero no se me olvidará en la vida", cuenta Emilia Cañadas, que ahora suma 82. La de su padre, Antonio, alcalde de Guadalajara al inicio de la Guerra Civil, es solo una de las terribles historias recogidas en La represión franquista en Guadalajara (Ediciones Silente). Sus autores, Pedro y Xulio García Bilbao y Carlos Paramio Roca, querían rellenar un hueco en el mapa de la represión en el que Guadalajara aparecía como zona gris, sin datos. El resultado es un abrumador volumen de 635 páginas, de las que 490 corresponden al listado de 6.230 represaliados (fusilados, encarcelados, expoliados, perseguidos) allí por el franquismo.

El libro no olvida los desmanes de los "elementos de izquierda" en los primeros días de la sublevación militar, como el asesinato del comandante Rafael Ortiz de Zárate, el primer oficial fusilado por los milicianos. También cuenta, entre otras, la historia de Vicente Relaño, secretario general del PCE en Guadalajara, quien denunció y expulsó del partido a los responsables de una checa, salvó a ocho personas de derechas y fue asesinado en 1943 pese a los avales que todos ellos habían redactado en su favor. O la de Francisco Gómez García, presidente de la Casa del Pueblo, que sustituyó al presidente de UGT asesinado por falangistas el 13 de julio de 1936: salvó al alcalde derechista Gerardo Sánchez de las milicias del POUM, y pese a ello también fue fusilado en 1941.

El volumen recoge testimonios estremecedores -"vi a una amiga mía que tendría entonces 16 o 17 años llevando uno de sus pies en la mano y andando a la pata coja. Se había quitado la blusa para taparse el muñón del pie"- y cifras que hablan por sí solas: 822 ejecutados entre 1939 y 1944, la mayoría entre los 25 y 33 años y campesinos (66,67%).

Son las historias de las víctimas republicanas en la provincia, cuyo relato y recuento no se había hecho hasta ahora, a diferencia de las franquistas, que ya en 1944 aparecían en el estudio Víctimas asesinadas en la provincia de Guadalajara durante la dominación roja.

martes, 16 de noviembre de 2010

LA JUNTA DE GOBIERNO DEL REAL SEÑORIO DE MOLINA DE ARAGÓN NO PUEDE PAGAR A LOS TRABAJADORES DE SU FÁBRICA DE ARMAS. 1809-1811

Enrique Alejandre

I Sometimiento al invasor y miedo a la revuelta.

“Vino Napoleón y despertó a todo el mundo”. Con estas palabras explica Galdós en “El Empecinado”1 lo que de revulsivo tuvo para la conciencia del pueblo español la invasión napoleónica.

Sin duda la apreciación que Napoleón  hizo de España, considerándola un cuerpo muerto, era acertada para la monarquía y la nobleza, por cuanto había en ellas de despreciable, producto de siglos de decadencia y degeneración. Erró en cambio al llevar este juicio al resto del país, el cual, a pesar de los pesares, del haber soportado sobre sus hombros los reinados de  dos nefastas dinastías,  se mantenía lleno de vida como demostraría  la encarnizada resistencia con que le hizo frente.
 
En realidad la Guerra de la Independencia comenzó cuando el 17 de marzo tuvo lugar en Aranjuez una algarada contra el “favorito” Manuel Godoy, al conocerse el acuerdo de Fontainebleau por el cual se aceptaba la partición de Portugal y la entrada del ejército francés en España. El motín era una muestra del malestar existente por la mala situación del país, inducido por otra parte, por la vieja aristocracia y el clero, los que al comprobar que Carlos IV no iba a cejar en su política de reformas, optaron por el cambio de válido-ya que un año antes no habían podido deponer al rey- y pusieron sus esperanzas en el príncipe  Fernando, cuyas reaccionarías ideas ya eran conocidas.
 
Habiéndose ofrecido de mediador amistoso ante las disensiones del rey Carlos IV con su hijo Fernando VII, Napoleón llamó a la familia real a Bayona, donde este consiguió su claudicación al lograr que aceptaran una Constitución impuesta y a su hermano José en el trono.
 
El 7 de junio de 1808 el rey José recibió en Bayona una delegación de los grandes de España,  y el Duque del Infantado,  amigo  íntimo de Fernando VII, le dirigió  las siguientes palabras:
“Señor, los grandes de España, han sido alabados siempre por la lealtad a su soberano, y Vuestra Majestad hallara ahora la misma fidelidad y adhesión”.
 
El  Real Consejo de Castilla aseguró a José que “él constituía  la rama principal de una familia destinada por el cielo a reinar “2
 
Comenzada la guerra y puesta la nación en armas contra Napoleón, una parte de la aristocracia se decide por el campo patriótico tras la derrota francesa en Bailen, entre ellos el Duque del Infantado, que es nombrado Jefe del Ejercito del Centro por la Junta Suprema en 1809. Por entonces, la ciudad de Guadalajara intenta unirse al levantamiento con su Ayuntamiento al frente y ofrece al Duque dirigirla, a lo que el mismo se niega.3
La postura de la  aristocracia fue seguida por las más importantes autoridades administrativas, eclesiásticas, judiciales y militares. Pero el destino de España pronto iba a dejar de estar en manos de estos personajes para pasar a las de gran mayoría del pueblo, a los comerciantes, a los soldados, al clero bajo, que había hecho su irrupción en la escena política el día 2 de mayo en Madrid.
 
Naturalmente, el levantamiento no fue bien recibido por las clases acomodadas, cuya suerte iba unida en principio al mantenimiento del orden político establecido por el invasor.
 
Por aquellos  días la noticia de la insurrección  fue recibida con preocupación por el ayuntamiento de Guadalajara,  ante el posible efecto que pudiera causar en el ánimo popular por lo tocante al orden público, como recoge el acta del pleno municipal celebrado el día 3 de mayo de 1808, además de ofrecernos “su” interpretación   de los hechos de Madrid:
“… El señor presidente manifestó a la ciudad que las noticias que había, aunque vagas e inciertas, del estado en que se halla la Corte con motivo de la estancia de las tropas francesas y varios insultos que parece que hubo el día de ayer entre estos y los paisanos, han causado en este pueblo una conmoción y sensación que a todos o a la mayor parte de vecinos les han llenado de temor que les tiene agitados, inquietos y formando ideas que tal vez apremiando celo por la defensa del Rey y la Patria puedan ser perjudiciales a la tranquilidad propia , sosiego y buen orden que debe reinar en la población, y que para corroborarlo y la seguridad de todos los vecinos convendría hacer rondas de día y de noche (…) y convendría también publicar y fijar bandos para que todos los vecinos den razón puntual de las armas que tuvieran a la escribanía del Ayuntamiento.”4

En el acta del día 7 de mayo se dice: “Leiose una orden  de la Junta de Gobierno del Reino (…) en la cual se manifestaba que los incidentes provocados por un corto número de personas inobedientes a las leyes había causado en la Corte el día dos del corriente un alboroto cuyas resultas podían haber sido funestisimas  para todo el honrado y distinguido vecindario si la prudencia de los Concejales, Alcaldes de Corte y demás jueces no hubieran logrado contenerles. Ya su imitación previene así  la Suprema Junta que los encargados de la tranquilidad pública en todos los pueblos activen sus providencias con tan importante objeto en que se mantenga el buen orden con las tropas francesas… Y en consecuencia el señor intendente dijo que nada tenía que añadir porque el espíritu de estos desordenes estaba bien claro y terminante a  inspirar a todos los habitantes de la ciudad y pueblos de la provincia el sosiego y tranquilidad de todos que debe reinar en el buen orden para la mayor felicidad y bien de los mismos vasallos, pero que sin embargo había mandado convocar a los señores curas párrocos y prelados de las comunidades religiosas para que con su autoridad y respeto que se merecen por su superioridad, carácter y talento hagan presentes estas disposiciones de gobierno a todos los individuos, parroquianos y vecinos de esta ciudad a fin de que convencidos de su propia utilidad mantengan el buen orden, tranquilidad y sosiego que debe haber entre todos…”5
 
Allí donde estallaron revueltas contra los franceses como en Cádiz, Cartagena, La Carolina, Ciudad Rodrigo, Granada, Valencia, Valladolid,…, y las autoridades se opusieron o eran sospechosas de afrancesamiento,  lo pagaron con su vida. El descontento mayoritario hacía que esta lucha tuviera  aspectos revolucionarios, los que no pasaron inadvertidos para Carlos Marx:
“A pesar del predominio del  elemento nacional y religioso en la sublevación española en los dos primeros años  existió  también una fuerte tendencia a las reformas sociales y económicas. Lo atestiguan todas las manifestaciones de las juntas provinciales de dicha época, las cuales, aunque compuestas por elementos de las clases privilegiadas no dejaron nunca de denunciar el viejo régimen y de formular promesas de reforma radical.”6
 
La salida de Fernando VII, originó un vació de poder aumentado por la actitud pasiva, cuando no colaboracionista, de las autoridades con el invasor, producto de su desconfianza en la posibilidad de una resistencia al ejército francés. En estas condiciones el poder paso a residir de hecho en el pueblo que creó sus propios órganos de gobierno a los que denomino juntas. En dos meses se crearon más de cincuenta juntas populares de resistencia .Posteriormente, las urgencias de la guerra y la necesidad de levantar un poder central en el país llevó a constituir una Junta Central. En Guadalajara la Junta de Defensa estuvo presidida al formarse por Fernando Beladiez, sustituyéndole, cuando ha de acudir a  las Cortes de Cádiz, José López de Juana, intendente de la ciudad como aquel y director de la Real Fábrica7
 
Para coordinar el esfuerzo bélico y la introducción de reformas políticas como las de limitar el poder absoluto del monarca y las prerrogativas de los privilegiados, la Junta Central convocó Cortes. Estas se reúnen en  Cádiz donde la minoría ilustrada elabora una constitución liberal, mientras el pueblo lucha contra el invasor, alentado por las predicas tradicionalistas del clero. Esta enorme distancia entre las ideas de unos y otros llevará a decir a K. Marx; “en la isla del León, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas”.8
 
El desenlace de la guerra se salda con el triunfo del absolutismo. La guerra vino a poner sobre el tapete la necesidad de cambios profundos en las estructuras económicas y políticas del país, en otras palabras una revolución encabezada por la burguesía que liquidara todas las trabas feudales que impedían el progreso de la nación. Para poder acometer esta tarea el país contaba con una burguesía débil, consecuencia de su  atraso económico, frente a la realeza y la aristocracia. Por otra parte, la incapacidad de la  monarquía  de ejercer un dominio real sobre el territorio nacional favoreció el desarrollo de la revolución. Para que ésta hubiera triunfado la burguesía hubiera debido ponerse al frente del movimiento popular pero no lo hizo. Los liberales se limitaron a proclamar  las ideas avanzadas, que decían profesar pero no se colocaron ante el  pueblo con ellas,  que hubieran enlazado con sus mas hondas aspiraciones sociales  . Su indecisión, su respeto por las formas de dominación del pasado a las que pretendían  atemperar, hizo que  los viejos valores prevalecieran en la conciencia popular, lo que unido al peso de las autoridades eclesiásticas, militares y políticas, dio al traste con esta primera oportunidad revolucionaria. Con todo la guerra no paso sin dejar su impronta. Grandizo Munis dice al respecto : “En realidad, de la guerra contra Napoleón arranca el renacimiento social, económico, político y cultural del país, ella le dio un impulso más fuerte que cincuenta años de evolución pacifica”,  a lo que añade “… antes de la guerra ni siquiera cabía hablar de reaccionarios o serviles, y de liberales. … Fernando VII no pudo establecer el poder absoluto sin enviar a la horca a los principales cabezas de la guerra: Juan Martín “El Empecinado”, Lacy, Riego, etc.”9
 
II El levantamiento de Molina de Aragón. La Junta de Gobierno decide crear una fabrica de armas que destruyen los franceses.
 
Más de un año antes del comienzo de la guerra, el 24 de marzo de 1807, el pueblo de Torremocha se había amotinado contra los recaudadores de contribuciones que llevaban a cabo  los embargos destinados al mantenimiento de las tropas francesas, debiendo  ser auxiliados por las justicias de Molina que acudieron para aplacar los ánimos.10 El 3 de mayo de 1808 varios vecinos de Molina acudieron a D. Joaquín Montesoro, regidor de Molina, pidiéndole que no fueran entregados los caudales destinados al pago de impuestos, para lo que habían venido recaudadores de Guadalajara, en atención a que serian necesarios para la inminente guerra contra Francia, y que de entregarlos, se utilizarían en beneficio del enemigo, consiguiendo que este impidiera la entrega de los tributos.11

Al llegar a Molina de Aragón el día 4 de mayo la noticia del levantamiento en Madrid, numerosos grupos en actitud hostil se reunieron los días siguientes en la plaza Mayor, frente a la casa del afrancesado corregidor Vallarino, dando gritos subversivos, no pasando los hechos a mayores por la intervención de algunas personas notables de la localidad, que calmaron los ánimos.12

El mencionado corregidor se había ganado años antes no pocas enemistades a consecuencia de los recelos por las reformas que había llevado a cabo y las que proyectaba, como un cementerio nuevo. La epidemia de cólera  propagada en el Señorío en 1803, con su alta  mortandad, había hecho imposible que se pudiera seguir enterrando los cadáveres en el interior de las iglesias por lo que se dispuso hacerlo en un cementerio.13 Ahora proyectaba la construcción del cementerio nuevo,14 en un pueblo al que siglos de ignorancia y superstición  habían hecho reacio a aceptar novedades por provechosas que fueran. Su postura vacilante frente al movimiento insurreccional  le hacía aparecer sospechoso, por lo que el pueblo llegó a  alborotarse frente a su casa para asaltarla. Sobre su muerte, acaecida en fechas no muy distantes de estos hechos, llegó a especularse sobre si fue causada violentamente o engendrada por  los pesares de sus subordinados.15
 
En la segunda quincena de mayo, el corregidor convocó a las personas más principales de Molina en varias ocasiones con cuya mediación  pudo contenerse la actitud hostil del pueblo. En estas primeras reuniones se acordó declarar la guerra a Francia, la  independencia del Señorío, armar al pueblo y reiterar su juramento al rey legitimo, Fernando VII. Al fin se acordó la formación de una Junta de Gobierno.16
 
El levantamiento de Molina, prácticamente incruento, trató- en palabras de Anselmo Arenas- “…, desde la primera junta interina, evocar el espíritu de nuestras antiguas cortes, convocando y llamando a formar parte de ella a los tres brazos del Estado: el noble , el eclesiástico y el popular … y en el que se da paso y entrada en el régimen y gobernación de la patria al espíritu moderno, a la representación nacional, al sufragio universal.”17
 
Transcurrido el primer año de guerra y ante la demanda apremiante de armamento, que no podía ser suministrado ni por la Junta Central, ni por las de Valencia, Zaragoza o Cataluña, la Junta de Molina de Aragón concibió el proyecto de instalar una fabrica de armas, para lo que consiguió capitales de particulares y  rentas de la Iglesia y el Estado. Instalada en Molina desde la segunda mitad del año 1808, en las primeras semanas de su funcionamiento la producción  ya era de diez fusiles diarios. En agosto de 1809 llevaba fabricados mas de tres mil.18
 
La Junta nombró una comisión para el fomento y administración de la fábrica, compuesta por D. Francisco Fernández, D. José López Pardo , D. José López Pelegrin y D. Francisco Javier Morencos1,9 los cuales redactaron un reglamento para su organización en el que plantearon: “se nombre una comisión de cinco individuos, que velen por el fomento y administración de la fabrica , instruya a los jóvenes del país en la fabricación, oiga las quejas y observaciones de los maestros y operarios, y presente al  Administrador las cuentas mensuales y estados de los almacenes y deposito.” De la contabilidad, pago a los operarios y preparación de materiales  se rendiría cuenta mensual a la comisión directora de la fabrica. 20
 
No se limitó la fabrica a construir fusiles sino que además hacía cartuchos y balas para cañón, así como otros pertrechos. La Junta puso a todos los vascongados del Señorío a disposición del comisario de guerra, Sr. Telleria , pues eran vascongados los oficiales armeros de la fábrica.
 
Conociendo el enemigo la existencia y la importancia de la armería por la cantidad y variedad del material suministrado y su localización estratégica entre Aragón, Castilla y Valencia, este  se propuso su destrucción y, aunque ante la proximidad del enemigo la Junta oculto sesenta tornos, los franceses dieron con ellos y al final la fábrica fue incendiada y destruida.
 
III Nueva fábrica en la que el trabajo se reglamenta militarmente  presintiendo problemas con los trabajadores. El esfuerzo de los armeros no es recompensado.
 
No obstante este desastre la Junta volvió al empeño de volver a levantar la armería, por lo que en sesión celebrada cuatro días después del suceso, esta acordó además de  la construcción de tornos  y el reparto estratégico de la fabricación de las distintas piezas (cañones, llaves, culatas,…) entre varios pueblos , el que se siguieran abonando los salarios a los oficiales armeros  hasta darles   trabajo de nuevo  a fin de que no se expatriaran.22
 
La nueva fábrica se instaló en Garabatea y la Junta tomó la decisión de que fuera uno solo el director,  en sustitución de la comisión nombrada meses atrás, a fin de corregir los defectos de funcionamiento. Nombróse a D. José López Pelegrin al frente  de la empresa, para la que se le pidió un plan organizativo, y  todo lo cual se comunicó al Gobierno Supremo y al intendente de Guadalajara.23
 
El 3 de septiembre de 1809 la Junta creaba en Molina tres escuelas de forjado de cañones, llaves y limadores, para el aprendizaje de los jóvenes  dirigidos por  los maestros Luco, Bretes y Romero. A estos aprendices se les pagaban cuatro reales diarios, prescindiendo de aquellos  que a los ocho meses no mostraran buenas cualidades, y premiando a los más interesados.
 
Esta  fabrica volvía a surtir de fusiles, con mas tardanza por el inconveniente de haberse dividido en tres departamentos y hallarse estos distantes,  pero  ello  no impedía que  armara a “veinte patriotas diariamente”. La armería entregó 3000 fusiles nuevos y reparó 2.000 a distintas unidades del ejército y la guerrilla, los que a juicio de los maestros eran mejores que los fabricados en la armería de Plasencia (Vizcaya).

Grande era el éxito que a la Junta de Molina le reportaba la fábrica de armas y municiones, pero a la vez tenía que afrontar las constantes reivindicaciones de los oficiales, calificados de  “caprichosos, descontentos e indóciles”, los cuales hacían uso de su postura de fuerza, conscientes de la importancia  que tenía el  trabajo que  llevaban a cabo en aquellas circunstancias. Las autoridades  procurando desviarlos de  sus pretensiones,  intentan convencerlos de que marcharan a Alicante… 24

Entre  los ruegos que la Junta del Real Señorío hace al Gobierno para el mantenimiento de la fabrica está el que sus operarios se hallen reglamentados “bajo un pie militar”, como los de Plasencia, “para evitar huelgas, fugas y motines”.25 Cumpliendo con el encargo de elaborar un proyecto de organización de la factoría  armamentística, D. José López Pelegrin, en lo relativo a los trabajadores, perfiló sus derechos y  deberes, encareciéndoles el mayor celo en el desempeño de los segundos. Los constructores de armamento quedaban distribuidos en gremios, nombrando cada uno un diputado, que recibiría las labores concluidas y sería el portavoz de los trabajadores ante la Junta . Además de estar registrados y organizados como personal militar, en prevención de deserciones , trabajarían solo para la fabrica y por contrata no pudiéndose ausentar sin licencia escrita del director26

La nueva fábrica de armas, en la que tanto empeño había puesto la Junta molinesa, la que   tanto sacrificio había costado y tan útil resultaba a la causa nacional , quedó destruida por el ejército napoleónico al mando del general Klopicki al entrar en Molina  el 20 de mayo de 1810 27
 
Pero los molineses, lejos de desalentarse, volvieron a la tarea de levantar de nuevo la fábrica de armamento, y a los pocos días de la destrucción  y el saqueo de los tornos por el enemigo , se reanudaba la fabricación de fusiles en cantidades de 16 a 20.28 En reunión celebrada  el 9 de Julio de 1910, la Junta  convino  que la fábrica  no debía salir del Señorío por la existencia en este de hierro, carbón y comestibles en abundancia, todo ello tan necesario para el mantenimiento de la armería

En una nueva sesión celebrada el 3 de septiembre  se acordó la creación de tres escuelas de forjado de cañones, llaves y limadores de fusiles, para la enseñanza a jóvenes menores de catorce años, pagándoles cuatro reales diarios.
 
El ejercito francés volvería a destruir las fabricas de armamento que sucesivamente se habían instalado en Molina, Peralejos y Cobeta. Las necesidades impuestas por la contienda obligaron a levantar de nuevo la fabrica de Cobeta, bajo la dirección de José López Pelegrin. La Junta se  había visto obligada, ante la carencia de fondos, a destinar el dinero del hospital a la fabrica. Esta situación le llevó asimismo a despedir a oficiales vizcaínos y valencianos. López Pelegrin informaba a la Junta que se les debían muchos miles de duros a los oficiales armeros,  por lo que solicitaba a la misma que antepusiera este gasto al del hospital, a lo que la Junta se negó.29 Las peticiones de socorro económico para la fábrica de Cobeta no obtuvieron el eco deseado  y  López Pelegrin , director de la armería, informaba de la penosa situación a la Junta el 3 de marzo de 1812 :
“Los armeros venidos de Valencia, decía, por consejo del Gobierno, engañados por los jefes de aquel establecimiento , han llegado descalzos y hambrientos, y, porque no murieran de hambre, he apurado todos mis recursos y acabado esto he tenido que darles el pasaporte para Guadalajara, y los enemigos los han cogido y pasado por las armas.”30

Pelegrin sacrifica dinero propio, de sus familiares y amigos, para dar de comer a los armeros. Pero la situación llega  a ser insostenible y éstos le piden sus pasaportes, entregándoles (previa tasación)  efectos de la fábrica, a modo de pago antes de marchar.
 
Los armeros llegaron a Molina donde  les  fueron entregadas raciones. La Junta había instado  a Pelegrin a arreglarse con los armeros como pudiera, “con el pulso que requiera tan arduo negocio visto lo grave de la situación”
 
El 24 de marzo comunicaba a la Junta desde Cobeta que había entregado a los armeros 200 llaves y otras tantas guarniciones, como parte del pago de sus haberes, pero que las Juntas de Guadalajara y la de Soria se habían negado a comprar a los armeros estos utensilios ,  habiéndolo, en cambio, las de Vizcaya y Bayona. Volvía a exponer Pelegrin  que a la vista de lo sucedido y para que no murieran de hambre, había vuelto a poner dinero y llevado a su familia a la ruina en el ejercicio de un cargo que desempeñaba gratuitamente.31
La deuda contraída con los armeros desde el 15 de diciembre de 1810 al 30 de abril de 1812 ascendía 107472 reales y 28 maravedíes, según la relación enviada desde Ventosa por el administrador D. Esteban Fabián el 21 de Junio de 1812:
“De los fabricantes de cajas, o culatas, hay ocho acreedores, por valor de 6.542 reales, 30 maravedíes.
A 18 guarnicioneros se les adeudaban ………………………………………….12.104 r. 11 m
A 47 oficiales de cañones…………………………………………………………….31.635 r. 12 m
A la compañía de bayoneteros………………………………………………………..5.766 r    1m
A 17 venidos de Valencia………………………………………………………………1.357  r. 20 m
A 35 chisperos…………………………………………………………………………….22.810 r. 22 m
A  nueve  de la partida de resguardo……………………………………………….. 2.332 r. 14 m
Al maestro examinador Bartolomé Astiazaran ………………………………… 6. 637r. 32 m
A D. Juan José Roa , almacenista……………………………………………………..1.299r. 22m
A D. Antonio Calvo, artista…………………… ………………………………………………………………  628r. 13m
A Marcos Arauz, de carbón suplido de Peralejos……………………………………..4.199r, 27m
A Miguel Mansilla, por los mismo…………………………………………………………4.450r, 14m
A Mateo Rubio, por id.           id…………………………………………………………….1593 r.
Resultan pues, mas de 150 operarios acreedores de un Total………………..107. 472 r  28m

El 27 de febrero de 1811, el diputado por Molina de Aragón, Francisco López Pelegrín, presentaba una proposición en las Cortes solicitando el apoyo y protección del gobierno a todas las fábricas de fusiles que construyeran mas de cinco fusiles diarios, en la que pedía la exención de contribuciones para los pueblos donde estuvieran instaladas, el sometimiento a la disciplina militar de sus empleados y de los delitos que contra ellas se cometieran, a la vez que derechos pasivos y exenciones para esos mismos empleados.32

En el debate parlamentario, Pelegrín  alegó los meritos contraídos: calidad de lo construido, servicios prestados como proveedores al ejército lo que había motivado la destrucción….. Al final, de los once artículos que comprendía la propuesta, fueron desechados los tres últimos, relativos a las jubilaciones  de maestros y oficiales de estas fábricas, al arreglo y plan de estas jubilaciones y a que estos trabajadores se consideraran exentos del servicio militar o rebajados del mismo mientras estuvieran trabajando en dichas fábricas. En definitiva no se aprobó ninguno de los artículos que representaban una mejora para los trabajadores de la armería, los mismos que tan útiles servicios habían prestado a la causa patriótica.33
 
IV Conclusiones
 
El conflicto laboral de los trabajadores de la fábrica de armas puesta en pié por la Junta de Gobierno del Real Señorío de Molina de Aragón para abastecer de fusiles a las tropas nacionales en el contexto de la crisis nacional que supuso la  lucha contra el invasor napoleónico, se enmarca dentro del tipo de sucesos que tuvieron lugar durante el siglo XVIII en España en los centros de trabajo de algunas ciudades como  Béjar, Ávila, Ferrol, Cartagena…, y especialmente en la Real Fábrica de Paños de Guadalajara.
 
En el seno de la ya por entonces decrépita sociedad feudal española se estaba gestando el moderno enfrentamiento entre clases sociales: de un lado, como en este caso, un grupo de armeros sometidos a arduas vicisitudes para alcanzar el fruto de su trabajo, realizado en medio de las penalidades de la guerra; de otro, la clase dominante española representada en las Cortes de Cádiz, con sus distintas tendencias, liberales o tradicionalistas, en cualquier caso con la negativa de ambos a otorgar el justo pago a los armeros por sus desvelos.
 
BIBLIOGRAFIA
Libros
- Arenas López, Anselmo “Levantamiento de Molina de Aragón y su señorío en mayo de 1868 y guerras de su independencia”. Imprenta de Manuel Pau. Valencia. 1915.
-Marx, Karl; Engels, Friederich, “Escritos sobre España” . Planeta. Barcelona. 1978.
-Munis Grandizo, “Jalones de derrota, promesa de victoria”. Muñoz Moya editor. Brenes.2003.
-Ortiz Garcia et al, Antonio, “Historia de Guadalajara”. AACHE Ediciones. Guadalajara. 2006.
Documentación de Archivos
-AMGU 141573 Ayuntamiento Pleno. Actas de Sesiones 1808-05-03
-AMGU 141573           “               “    .     “      “        ”       1808-05-07