martes, 16 de noviembre de 2010

LA JUNTA DE GOBIERNO DEL REAL SEÑORIO DE MOLINA DE ARAGÓN NO PUEDE PAGAR A LOS TRABAJADORES DE SU FÁBRICA DE ARMAS. 1809-1811

Enrique Alejandre

I Sometimiento al invasor y miedo a la revuelta.

“Vino Napoleón y despertó a todo el mundo”. Con estas palabras explica Galdós en “El Empecinado”1 lo que de revulsivo tuvo para la conciencia del pueblo español la invasión napoleónica.

Sin duda la apreciación que Napoleón  hizo de España, considerándola un cuerpo muerto, era acertada para la monarquía y la nobleza, por cuanto había en ellas de despreciable, producto de siglos de decadencia y degeneración. Erró en cambio al llevar este juicio al resto del país, el cual, a pesar de los pesares, del haber soportado sobre sus hombros los reinados de  dos nefastas dinastías,  se mantenía lleno de vida como demostraría  la encarnizada resistencia con que le hizo frente.
 
En realidad la Guerra de la Independencia comenzó cuando el 17 de marzo tuvo lugar en Aranjuez una algarada contra el “favorito” Manuel Godoy, al conocerse el acuerdo de Fontainebleau por el cual se aceptaba la partición de Portugal y la entrada del ejército francés en España. El motín era una muestra del malestar existente por la mala situación del país, inducido por otra parte, por la vieja aristocracia y el clero, los que al comprobar que Carlos IV no iba a cejar en su política de reformas, optaron por el cambio de válido-ya que un año antes no habían podido deponer al rey- y pusieron sus esperanzas en el príncipe  Fernando, cuyas reaccionarías ideas ya eran conocidas.
 
Habiéndose ofrecido de mediador amistoso ante las disensiones del rey Carlos IV con su hijo Fernando VII, Napoleón llamó a la familia real a Bayona, donde este consiguió su claudicación al lograr que aceptaran una Constitución impuesta y a su hermano José en el trono.
 
El 7 de junio de 1808 el rey José recibió en Bayona una delegación de los grandes de España,  y el Duque del Infantado,  amigo  íntimo de Fernando VII, le dirigió  las siguientes palabras:
“Señor, los grandes de España, han sido alabados siempre por la lealtad a su soberano, y Vuestra Majestad hallara ahora la misma fidelidad y adhesión”.
 
El  Real Consejo de Castilla aseguró a José que “él constituía  la rama principal de una familia destinada por el cielo a reinar “2
 
Comenzada la guerra y puesta la nación en armas contra Napoleón, una parte de la aristocracia se decide por el campo patriótico tras la derrota francesa en Bailen, entre ellos el Duque del Infantado, que es nombrado Jefe del Ejercito del Centro por la Junta Suprema en 1809. Por entonces, la ciudad de Guadalajara intenta unirse al levantamiento con su Ayuntamiento al frente y ofrece al Duque dirigirla, a lo que el mismo se niega.3
La postura de la  aristocracia fue seguida por las más importantes autoridades administrativas, eclesiásticas, judiciales y militares. Pero el destino de España pronto iba a dejar de estar en manos de estos personajes para pasar a las de gran mayoría del pueblo, a los comerciantes, a los soldados, al clero bajo, que había hecho su irrupción en la escena política el día 2 de mayo en Madrid.
 
Naturalmente, el levantamiento no fue bien recibido por las clases acomodadas, cuya suerte iba unida en principio al mantenimiento del orden político establecido por el invasor.
 
Por aquellos  días la noticia de la insurrección  fue recibida con preocupación por el ayuntamiento de Guadalajara,  ante el posible efecto que pudiera causar en el ánimo popular por lo tocante al orden público, como recoge el acta del pleno municipal celebrado el día 3 de mayo de 1808, además de ofrecernos “su” interpretación   de los hechos de Madrid:
“… El señor presidente manifestó a la ciudad que las noticias que había, aunque vagas e inciertas, del estado en que se halla la Corte con motivo de la estancia de las tropas francesas y varios insultos que parece que hubo el día de ayer entre estos y los paisanos, han causado en este pueblo una conmoción y sensación que a todos o a la mayor parte de vecinos les han llenado de temor que les tiene agitados, inquietos y formando ideas que tal vez apremiando celo por la defensa del Rey y la Patria puedan ser perjudiciales a la tranquilidad propia , sosiego y buen orden que debe reinar en la población, y que para corroborarlo y la seguridad de todos los vecinos convendría hacer rondas de día y de noche (…) y convendría también publicar y fijar bandos para que todos los vecinos den razón puntual de las armas que tuvieran a la escribanía del Ayuntamiento.”4

En el acta del día 7 de mayo se dice: “Leiose una orden  de la Junta de Gobierno del Reino (…) en la cual se manifestaba que los incidentes provocados por un corto número de personas inobedientes a las leyes había causado en la Corte el día dos del corriente un alboroto cuyas resultas podían haber sido funestisimas  para todo el honrado y distinguido vecindario si la prudencia de los Concejales, Alcaldes de Corte y demás jueces no hubieran logrado contenerles. Ya su imitación previene así  la Suprema Junta que los encargados de la tranquilidad pública en todos los pueblos activen sus providencias con tan importante objeto en que se mantenga el buen orden con las tropas francesas… Y en consecuencia el señor intendente dijo que nada tenía que añadir porque el espíritu de estos desordenes estaba bien claro y terminante a  inspirar a todos los habitantes de la ciudad y pueblos de la provincia el sosiego y tranquilidad de todos que debe reinar en el buen orden para la mayor felicidad y bien de los mismos vasallos, pero que sin embargo había mandado convocar a los señores curas párrocos y prelados de las comunidades religiosas para que con su autoridad y respeto que se merecen por su superioridad, carácter y talento hagan presentes estas disposiciones de gobierno a todos los individuos, parroquianos y vecinos de esta ciudad a fin de que convencidos de su propia utilidad mantengan el buen orden, tranquilidad y sosiego que debe haber entre todos…”5
 
Allí donde estallaron revueltas contra los franceses como en Cádiz, Cartagena, La Carolina, Ciudad Rodrigo, Granada, Valencia, Valladolid,…, y las autoridades se opusieron o eran sospechosas de afrancesamiento,  lo pagaron con su vida. El descontento mayoritario hacía que esta lucha tuviera  aspectos revolucionarios, los que no pasaron inadvertidos para Carlos Marx:
“A pesar del predominio del  elemento nacional y religioso en la sublevación española en los dos primeros años  existió  también una fuerte tendencia a las reformas sociales y económicas. Lo atestiguan todas las manifestaciones de las juntas provinciales de dicha época, las cuales, aunque compuestas por elementos de las clases privilegiadas no dejaron nunca de denunciar el viejo régimen y de formular promesas de reforma radical.”6
 
La salida de Fernando VII, originó un vació de poder aumentado por la actitud pasiva, cuando no colaboracionista, de las autoridades con el invasor, producto de su desconfianza en la posibilidad de una resistencia al ejército francés. En estas condiciones el poder paso a residir de hecho en el pueblo que creó sus propios órganos de gobierno a los que denomino juntas. En dos meses se crearon más de cincuenta juntas populares de resistencia .Posteriormente, las urgencias de la guerra y la necesidad de levantar un poder central en el país llevó a constituir una Junta Central. En Guadalajara la Junta de Defensa estuvo presidida al formarse por Fernando Beladiez, sustituyéndole, cuando ha de acudir a  las Cortes de Cádiz, José López de Juana, intendente de la ciudad como aquel y director de la Real Fábrica7
 
Para coordinar el esfuerzo bélico y la introducción de reformas políticas como las de limitar el poder absoluto del monarca y las prerrogativas de los privilegiados, la Junta Central convocó Cortes. Estas se reúnen en  Cádiz donde la minoría ilustrada elabora una constitución liberal, mientras el pueblo lucha contra el invasor, alentado por las predicas tradicionalistas del clero. Esta enorme distancia entre las ideas de unos y otros llevará a decir a K. Marx; “en la isla del León, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas”.8
 
El desenlace de la guerra se salda con el triunfo del absolutismo. La guerra vino a poner sobre el tapete la necesidad de cambios profundos en las estructuras económicas y políticas del país, en otras palabras una revolución encabezada por la burguesía que liquidara todas las trabas feudales que impedían el progreso de la nación. Para poder acometer esta tarea el país contaba con una burguesía débil, consecuencia de su  atraso económico, frente a la realeza y la aristocracia. Por otra parte, la incapacidad de la  monarquía  de ejercer un dominio real sobre el territorio nacional favoreció el desarrollo de la revolución. Para que ésta hubiera triunfado la burguesía hubiera debido ponerse al frente del movimiento popular pero no lo hizo. Los liberales se limitaron a proclamar  las ideas avanzadas, que decían profesar pero no se colocaron ante el  pueblo con ellas,  que hubieran enlazado con sus mas hondas aspiraciones sociales  . Su indecisión, su respeto por las formas de dominación del pasado a las que pretendían  atemperar, hizo que  los viejos valores prevalecieran en la conciencia popular, lo que unido al peso de las autoridades eclesiásticas, militares y políticas, dio al traste con esta primera oportunidad revolucionaria. Con todo la guerra no paso sin dejar su impronta. Grandizo Munis dice al respecto : “En realidad, de la guerra contra Napoleón arranca el renacimiento social, económico, político y cultural del país, ella le dio un impulso más fuerte que cincuenta años de evolución pacifica”,  a lo que añade “… antes de la guerra ni siquiera cabía hablar de reaccionarios o serviles, y de liberales. … Fernando VII no pudo establecer el poder absoluto sin enviar a la horca a los principales cabezas de la guerra: Juan Martín “El Empecinado”, Lacy, Riego, etc.”9
 
II El levantamiento de Molina de Aragón. La Junta de Gobierno decide crear una fabrica de armas que destruyen los franceses.
 
Más de un año antes del comienzo de la guerra, el 24 de marzo de 1807, el pueblo de Torremocha se había amotinado contra los recaudadores de contribuciones que llevaban a cabo  los embargos destinados al mantenimiento de las tropas francesas, debiendo  ser auxiliados por las justicias de Molina que acudieron para aplacar los ánimos.10 El 3 de mayo de 1808 varios vecinos de Molina acudieron a D. Joaquín Montesoro, regidor de Molina, pidiéndole que no fueran entregados los caudales destinados al pago de impuestos, para lo que habían venido recaudadores de Guadalajara, en atención a que serian necesarios para la inminente guerra contra Francia, y que de entregarlos, se utilizarían en beneficio del enemigo, consiguiendo que este impidiera la entrega de los tributos.11

Al llegar a Molina de Aragón el día 4 de mayo la noticia del levantamiento en Madrid, numerosos grupos en actitud hostil se reunieron los días siguientes en la plaza Mayor, frente a la casa del afrancesado corregidor Vallarino, dando gritos subversivos, no pasando los hechos a mayores por la intervención de algunas personas notables de la localidad, que calmaron los ánimos.12

El mencionado corregidor se había ganado años antes no pocas enemistades a consecuencia de los recelos por las reformas que había llevado a cabo y las que proyectaba, como un cementerio nuevo. La epidemia de cólera  propagada en el Señorío en 1803, con su alta  mortandad, había hecho imposible que se pudiera seguir enterrando los cadáveres en el interior de las iglesias por lo que se dispuso hacerlo en un cementerio.13 Ahora proyectaba la construcción del cementerio nuevo,14 en un pueblo al que siglos de ignorancia y superstición  habían hecho reacio a aceptar novedades por provechosas que fueran. Su postura vacilante frente al movimiento insurreccional  le hacía aparecer sospechoso, por lo que el pueblo llegó a  alborotarse frente a su casa para asaltarla. Sobre su muerte, acaecida en fechas no muy distantes de estos hechos, llegó a especularse sobre si fue causada violentamente o engendrada por  los pesares de sus subordinados.15
 
En la segunda quincena de mayo, el corregidor convocó a las personas más principales de Molina en varias ocasiones con cuya mediación  pudo contenerse la actitud hostil del pueblo. En estas primeras reuniones se acordó declarar la guerra a Francia, la  independencia del Señorío, armar al pueblo y reiterar su juramento al rey legitimo, Fernando VII. Al fin se acordó la formación de una Junta de Gobierno.16
 
El levantamiento de Molina, prácticamente incruento, trató- en palabras de Anselmo Arenas- “…, desde la primera junta interina, evocar el espíritu de nuestras antiguas cortes, convocando y llamando a formar parte de ella a los tres brazos del Estado: el noble , el eclesiástico y el popular … y en el que se da paso y entrada en el régimen y gobernación de la patria al espíritu moderno, a la representación nacional, al sufragio universal.”17
 
Transcurrido el primer año de guerra y ante la demanda apremiante de armamento, que no podía ser suministrado ni por la Junta Central, ni por las de Valencia, Zaragoza o Cataluña, la Junta de Molina de Aragón concibió el proyecto de instalar una fabrica de armas, para lo que consiguió capitales de particulares y  rentas de la Iglesia y el Estado. Instalada en Molina desde la segunda mitad del año 1808, en las primeras semanas de su funcionamiento la producción  ya era de diez fusiles diarios. En agosto de 1809 llevaba fabricados mas de tres mil.18
 
La Junta nombró una comisión para el fomento y administración de la fábrica, compuesta por D. Francisco Fernández, D. José López Pardo , D. José López Pelegrin y D. Francisco Javier Morencos1,9 los cuales redactaron un reglamento para su organización en el que plantearon: “se nombre una comisión de cinco individuos, que velen por el fomento y administración de la fabrica , instruya a los jóvenes del país en la fabricación, oiga las quejas y observaciones de los maestros y operarios, y presente al  Administrador las cuentas mensuales y estados de los almacenes y deposito.” De la contabilidad, pago a los operarios y preparación de materiales  se rendiría cuenta mensual a la comisión directora de la fabrica. 20
 
No se limitó la fabrica a construir fusiles sino que además hacía cartuchos y balas para cañón, así como otros pertrechos. La Junta puso a todos los vascongados del Señorío a disposición del comisario de guerra, Sr. Telleria , pues eran vascongados los oficiales armeros de la fábrica.
 
Conociendo el enemigo la existencia y la importancia de la armería por la cantidad y variedad del material suministrado y su localización estratégica entre Aragón, Castilla y Valencia, este  se propuso su destrucción y, aunque ante la proximidad del enemigo la Junta oculto sesenta tornos, los franceses dieron con ellos y al final la fábrica fue incendiada y destruida.
 
III Nueva fábrica en la que el trabajo se reglamenta militarmente  presintiendo problemas con los trabajadores. El esfuerzo de los armeros no es recompensado.
 
No obstante este desastre la Junta volvió al empeño de volver a levantar la armería, por lo que en sesión celebrada cuatro días después del suceso, esta acordó además de  la construcción de tornos  y el reparto estratégico de la fabricación de las distintas piezas (cañones, llaves, culatas,…) entre varios pueblos , el que se siguieran abonando los salarios a los oficiales armeros  hasta darles   trabajo de nuevo  a fin de que no se expatriaran.22
 
La nueva fábrica se instaló en Garabatea y la Junta tomó la decisión de que fuera uno solo el director,  en sustitución de la comisión nombrada meses atrás, a fin de corregir los defectos de funcionamiento. Nombróse a D. José López Pelegrin al frente  de la empresa, para la que se le pidió un plan organizativo, y  todo lo cual se comunicó al Gobierno Supremo y al intendente de Guadalajara.23
 
El 3 de septiembre de 1809 la Junta creaba en Molina tres escuelas de forjado de cañones, llaves y limadores, para el aprendizaje de los jóvenes  dirigidos por  los maestros Luco, Bretes y Romero. A estos aprendices se les pagaban cuatro reales diarios, prescindiendo de aquellos  que a los ocho meses no mostraran buenas cualidades, y premiando a los más interesados.
 
Esta  fabrica volvía a surtir de fusiles, con mas tardanza por el inconveniente de haberse dividido en tres departamentos y hallarse estos distantes,  pero  ello  no impedía que  armara a “veinte patriotas diariamente”. La armería entregó 3000 fusiles nuevos y reparó 2.000 a distintas unidades del ejército y la guerrilla, los que a juicio de los maestros eran mejores que los fabricados en la armería de Plasencia (Vizcaya).

Grande era el éxito que a la Junta de Molina le reportaba la fábrica de armas y municiones, pero a la vez tenía que afrontar las constantes reivindicaciones de los oficiales, calificados de  “caprichosos, descontentos e indóciles”, los cuales hacían uso de su postura de fuerza, conscientes de la importancia  que tenía el  trabajo que  llevaban a cabo en aquellas circunstancias. Las autoridades  procurando desviarlos de  sus pretensiones,  intentan convencerlos de que marcharan a Alicante… 24

Entre  los ruegos que la Junta del Real Señorío hace al Gobierno para el mantenimiento de la fabrica está el que sus operarios se hallen reglamentados “bajo un pie militar”, como los de Plasencia, “para evitar huelgas, fugas y motines”.25 Cumpliendo con el encargo de elaborar un proyecto de organización de la factoría  armamentística, D. José López Pelegrin, en lo relativo a los trabajadores, perfiló sus derechos y  deberes, encareciéndoles el mayor celo en el desempeño de los segundos. Los constructores de armamento quedaban distribuidos en gremios, nombrando cada uno un diputado, que recibiría las labores concluidas y sería el portavoz de los trabajadores ante la Junta . Además de estar registrados y organizados como personal militar, en prevención de deserciones , trabajarían solo para la fabrica y por contrata no pudiéndose ausentar sin licencia escrita del director26

La nueva fábrica de armas, en la que tanto empeño había puesto la Junta molinesa, la que   tanto sacrificio había costado y tan útil resultaba a la causa nacional , quedó destruida por el ejército napoleónico al mando del general Klopicki al entrar en Molina  el 20 de mayo de 1810 27
 
Pero los molineses, lejos de desalentarse, volvieron a la tarea de levantar de nuevo la fábrica de armamento, y a los pocos días de la destrucción  y el saqueo de los tornos por el enemigo , se reanudaba la fabricación de fusiles en cantidades de 16 a 20.28 En reunión celebrada  el 9 de Julio de 1910, la Junta  convino  que la fábrica  no debía salir del Señorío por la existencia en este de hierro, carbón y comestibles en abundancia, todo ello tan necesario para el mantenimiento de la armería

En una nueva sesión celebrada el 3 de septiembre  se acordó la creación de tres escuelas de forjado de cañones, llaves y limadores de fusiles, para la enseñanza a jóvenes menores de catorce años, pagándoles cuatro reales diarios.
 
El ejercito francés volvería a destruir las fabricas de armamento que sucesivamente se habían instalado en Molina, Peralejos y Cobeta. Las necesidades impuestas por la contienda obligaron a levantar de nuevo la fabrica de Cobeta, bajo la dirección de José López Pelegrin. La Junta se  había visto obligada, ante la carencia de fondos, a destinar el dinero del hospital a la fabrica. Esta situación le llevó asimismo a despedir a oficiales vizcaínos y valencianos. López Pelegrin informaba a la Junta que se les debían muchos miles de duros a los oficiales armeros,  por lo que solicitaba a la misma que antepusiera este gasto al del hospital, a lo que la Junta se negó.29 Las peticiones de socorro económico para la fábrica de Cobeta no obtuvieron el eco deseado  y  López Pelegrin , director de la armería, informaba de la penosa situación a la Junta el 3 de marzo de 1812 :
“Los armeros venidos de Valencia, decía, por consejo del Gobierno, engañados por los jefes de aquel establecimiento , han llegado descalzos y hambrientos, y, porque no murieran de hambre, he apurado todos mis recursos y acabado esto he tenido que darles el pasaporte para Guadalajara, y los enemigos los han cogido y pasado por las armas.”30

Pelegrin sacrifica dinero propio, de sus familiares y amigos, para dar de comer a los armeros. Pero la situación llega  a ser insostenible y éstos le piden sus pasaportes, entregándoles (previa tasación)  efectos de la fábrica, a modo de pago antes de marchar.
 
Los armeros llegaron a Molina donde  les  fueron entregadas raciones. La Junta había instado  a Pelegrin a arreglarse con los armeros como pudiera, “con el pulso que requiera tan arduo negocio visto lo grave de la situación”
 
El 24 de marzo comunicaba a la Junta desde Cobeta que había entregado a los armeros 200 llaves y otras tantas guarniciones, como parte del pago de sus haberes, pero que las Juntas de Guadalajara y la de Soria se habían negado a comprar a los armeros estos utensilios ,  habiéndolo, en cambio, las de Vizcaya y Bayona. Volvía a exponer Pelegrin  que a la vista de lo sucedido y para que no murieran de hambre, había vuelto a poner dinero y llevado a su familia a la ruina en el ejercicio de un cargo que desempeñaba gratuitamente.31
La deuda contraída con los armeros desde el 15 de diciembre de 1810 al 30 de abril de 1812 ascendía 107472 reales y 28 maravedíes, según la relación enviada desde Ventosa por el administrador D. Esteban Fabián el 21 de Junio de 1812:
“De los fabricantes de cajas, o culatas, hay ocho acreedores, por valor de 6.542 reales, 30 maravedíes.
A 18 guarnicioneros se les adeudaban ………………………………………….12.104 r. 11 m
A 47 oficiales de cañones…………………………………………………………….31.635 r. 12 m
A la compañía de bayoneteros………………………………………………………..5.766 r    1m
A 17 venidos de Valencia………………………………………………………………1.357  r. 20 m
A 35 chisperos…………………………………………………………………………….22.810 r. 22 m
A  nueve  de la partida de resguardo……………………………………………….. 2.332 r. 14 m
Al maestro examinador Bartolomé Astiazaran ………………………………… 6. 637r. 32 m
A D. Juan José Roa , almacenista……………………………………………………..1.299r. 22m
A D. Antonio Calvo, artista…………………… ………………………………………………………………  628r. 13m
A Marcos Arauz, de carbón suplido de Peralejos……………………………………..4.199r, 27m
A Miguel Mansilla, por los mismo…………………………………………………………4.450r, 14m
A Mateo Rubio, por id.           id…………………………………………………………….1593 r.
Resultan pues, mas de 150 operarios acreedores de un Total………………..107. 472 r  28m

El 27 de febrero de 1811, el diputado por Molina de Aragón, Francisco López Pelegrín, presentaba una proposición en las Cortes solicitando el apoyo y protección del gobierno a todas las fábricas de fusiles que construyeran mas de cinco fusiles diarios, en la que pedía la exención de contribuciones para los pueblos donde estuvieran instaladas, el sometimiento a la disciplina militar de sus empleados y de los delitos que contra ellas se cometieran, a la vez que derechos pasivos y exenciones para esos mismos empleados.32

En el debate parlamentario, Pelegrín  alegó los meritos contraídos: calidad de lo construido, servicios prestados como proveedores al ejército lo que había motivado la destrucción….. Al final, de los once artículos que comprendía la propuesta, fueron desechados los tres últimos, relativos a las jubilaciones  de maestros y oficiales de estas fábricas, al arreglo y plan de estas jubilaciones y a que estos trabajadores se consideraran exentos del servicio militar o rebajados del mismo mientras estuvieran trabajando en dichas fábricas. En definitiva no se aprobó ninguno de los artículos que representaban una mejora para los trabajadores de la armería, los mismos que tan útiles servicios habían prestado a la causa patriótica.33
 
IV Conclusiones
 
El conflicto laboral de los trabajadores de la fábrica de armas puesta en pié por la Junta de Gobierno del Real Señorío de Molina de Aragón para abastecer de fusiles a las tropas nacionales en el contexto de la crisis nacional que supuso la  lucha contra el invasor napoleónico, se enmarca dentro del tipo de sucesos que tuvieron lugar durante el siglo XVIII en España en los centros de trabajo de algunas ciudades como  Béjar, Ávila, Ferrol, Cartagena…, y especialmente en la Real Fábrica de Paños de Guadalajara.
 
En el seno de la ya por entonces decrépita sociedad feudal española se estaba gestando el moderno enfrentamiento entre clases sociales: de un lado, como en este caso, un grupo de armeros sometidos a arduas vicisitudes para alcanzar el fruto de su trabajo, realizado en medio de las penalidades de la guerra; de otro, la clase dominante española representada en las Cortes de Cádiz, con sus distintas tendencias, liberales o tradicionalistas, en cualquier caso con la negativa de ambos a otorgar el justo pago a los armeros por sus desvelos.
 
BIBLIOGRAFIA
Libros
- Arenas López, Anselmo “Levantamiento de Molina de Aragón y su señorío en mayo de 1868 y guerras de su independencia”. Imprenta de Manuel Pau. Valencia. 1915.
-Marx, Karl; Engels, Friederich, “Escritos sobre España” . Planeta. Barcelona. 1978.
-Munis Grandizo, “Jalones de derrota, promesa de victoria”. Muñoz Moya editor. Brenes.2003.
-Ortiz Garcia et al, Antonio, “Historia de Guadalajara”. AACHE Ediciones. Guadalajara. 2006.
Documentación de Archivos
-AMGU 141573 Ayuntamiento Pleno. Actas de Sesiones 1808-05-03
-AMGU 141573           “               “    .     “      “        ”       1808-05-07

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