Por Enrique Alejandre Torija
Desde el comienzo de la explotación, a principios del siglo XX, de las minas de hierro de Sierra Menera por la Compañía Minera del mismo nombre, propiedad de los empresarios vascos Ramón de La Sota y Eduardo Aznar, ubicadas, en lo términos municipales de Ojos Negros (Teruel) y Setiles (Guadalajara), la extrema dureza caracterizaba las condiciones de trabajo para los mas de 800 obreros que llegó a haber allí empleados en algunos periodos de tiempo. Rafael Martinez, maestro socialista, oriundo del cercano pueblo de Tordesilos (Guadalajara), describía así la situación: “Trabajan en sus minas obreros de los pueblos limítrofes (Aragón y Castilla), y como en estos pueblecillos, generalmente, la propiedad territorial está tan repartida que a penas hay un solo individuo que no posea una pequeña parcela con sus anejos, la Compañía, aprovechando estas circunstancias y a cambio de la concesión de ciertos permisos para realizar sus pequeñas labores agrícolas los explota a su antojo.
Estos obreros, para asistir al tajo, han de salir a las cuatro de la mañana de su casa. u jornada no termina hasta las siete de la noche, que regresan a su hogar, habiendo ganado el que mas un jornal de 2,50 pesetas. Esto es lo que la Compañía paga por la peligrosa y penosa labor de extraer el mineral de las canteras durante doce o trece horas.”
La Junta del Sindicato Minero de Ojos Negros denunciaba en el semanario socialista turolense Adelante, el 7 de marzo de 1930, que “los mineros de esta cuenca perciben salarios de hambre y es justo y necesario remediar su miseria” a la par que reclamaba de la Compañía de Sierra Menera una subida salarial de 1,25 pesetas diarias. También denunciaba “ las dificultades y agobios que encuentran por el pago que han de hacer forzosamente por el alquiler de inmundas viviendas...”, y los problemas que tenían para adquirir bienes de consumo en la Cooperativa.
Para contrarrestar el creciente predominio de los sindicatos de orientación socialista o anarquista entre los trabajadores, la Iglesia Católica, apoyada por la burguesía, fomentó la creación, a inicios del siglo pasado, de sindicatos católicos. La influencia de la Iglesia sería aprovechada y potenciada por Ramón de la Sota, para obstaculizar el desarrollo del sindicalismo de clase en el caso de Sierra Menera: “Uno de los medios que la Compañía utiliza para que en los obreros no encarne el espíritu de rebeldía, es crear y fomentar las escuelas católicas, que son regentadas por curas en los barrios mineros. a mas de dar crecidas subvenciones a los curas y secretarios de los pueblos inmediatos a las minas ; a los curas bajo el pretexto de que digan misa a las cuatro de la mañana en sus respectivas parroquias, para que los mineros, antes de ir al trabajo, se santigüen y se resignen en la perra vida que les tocó en suerte; y a los secretarios, por no se que papelitos que les encargan. Pero lo que se ha sacado en limpio es que una papeletita del cura o del secretario de estos pueblos asegura el trabajo, y otro papelito o denuncia de los mismos lo quita.” Con el mismo objetivo, dentro de su política “paternalista”, organizaron una Sociedad de Socorros Mutuos, construyeron viviendas para los obreros y una Cooperativa de Consumo.
En Setiles el Sindicato Católico competía con el Sindicato Minero por lo que en las páginas de Adelante se hacia este llamamiento: “Obreros del Sindicato Católico de Setiles: ¿Cuando os vais a convencer de que estáis en un sindicato que no os sirve para nada? ¿Cuando os vais a convencer de que mientras el obrero esté regido por los caciques nunca se resolverán las cosas a su favor ...? (...) “Nosotros cuando hacemos reclamaciones, las hacemos para todos los obreros, católicos o como sean. Y os acogeremos a gusto entre nosotros el día que os decidáis a huir del lado de los explotadores...”
Lo cierto es que en esta localidad el sindicato socialista no actuaba con la diligencia esperada, lo cual dejaba un vacío que era aprovechado por un sacerdote que dirigía el sindicato católico. De como se desarrollaba esta pugna y de las medidas que habían de adoptar los afiliados a la UGT para desterrar el amarillismo nos da cuenta este informe, enviado por “un obrero socialista” y publicado en El Socialista, el 13 de agosto de 1930, donde exhorta a sus compañeros a retomar la tarea para que el sindicato obrero gane influencia :
“SETILES, 12. El estado de abandono de las organizaciones obreras de esta localidad afectas al Socialismo exige de nuestros militantes una intervención enérgica y decidida para que nuestros ideales se extiendan con la amplitud que merecen.
Los trabajadores locales no es que rechacen la semilla socialista ni se avengan a un acuerdo de criterio, sino que, al contrario, observan una actitud favorable a nuestro Partido. Pero, aun así, el ambiente local no es favorable a crear organizaciones de este matiz.
En Setiles hay un Sindicato católico con veinte años de existencia, que está dirigido por el sacerdote local que aprovecha la fuerza de la fe para mantener ese organismo de falsa sociología. De la forma en que cumple su misión de defender a los obreros da idea el hecho de que hace varios años al comenzar a aplicarse la ley de Accidentes de trabajo, ni siquiera se enteró de ello, y fue necesario un caso fortuito, en que resultó herido el sobrino de un secretario municipal, que puso en claro el asunto, para que los obreros disfrutaran de esos beneficios. Lo que prueba que al crear esos Sindicatos amarillos solo se persigue un afán de dominio para evitar que el obrero se emancipe de ciertos necios perjuicios, mientras que las reivindicaciones a reclamar en cuestiones de salarios y jornada yacen en el mas completo abandono.
Es necesario que los obreros se den cuenta de que por ese camino sólo se van a perpetuar un estado de explotaciones indignas y apartarse de las corrientes socialistas que ahora comienzan a imponerse en el mundo.
Esperamos de los afiliados del Sindicato Obrero Socialista que no se dejen abatir por las dificultades que se oponen a la labor de organización. El espíritu de los trabajadores es favorable a una actuación francamente socialista. Solo se trata de vencer apatías e indiferencias, lo que se puede lograr fácilmente introduciendo nuestra prensa y formando una sección que invite a todos los trabajadores a ingresar en su seno. Un obrero socialista